domingo, 27 de julio de 2014

Angel de la guarda 3

 -Eso estuvo completamente justificado- argumento apartándome el pelo de la cara
 y colocándolo detrás de mi oreja. Cruzo y descruzo los brazos nerviosa, dándome cuenta de que no he debido ser tan discreta como creía.
-No según quien me envió aquí, aunque lleve mucho contigo.       
-¿Cómo que llevas mucho conmigo?
- El día que tu naciste yo morí en el incendio del edificio en el que trabajaba como becario. Desde entonces estoy obligado a protegerte de todo aquello que puedas dañarte, pero teniendo en cuenta que a lo que más puede perjudicarte eres tú misma ahora me veo obligado a mostrarme ante ti y a hacer que me escuches.
-Está bien, estupenda broma, ahora vas a tener que irte- señalo la puerta sacudiendo la cabeza, balbuceando un poco, y pestañeando más de lo normal (tic que siempre tengo cuando estoy intranquila).
-Oh, por favor esto es irritante para mi también. Me toca mucho las narices que una chica como tú joven, mona, inteligente y que lo tiene todo intentando quitarse lo que a mi me arrebataron a la misma edad en la que lo perdí yo todo. ¿Quieres pruebas de que no miento? Vale. Cuando tenías siete años te caiste de la bici, te asustaste tanto que pensaste que te habías hecho un esguince, llamaste a tu prima para  contarselo pero el médico te dijo que no era nada te dio vergüenza y en la navidad siguiente fuiste con una venda en la muñeca durante toda la cena. A los catorce rompiste la lámpara de tú abuela y le echaste la culpa a tu hermano, te sentiste tan mal que en su cumpleaños le compraste aquel helicoptero teledirigido que quería pero aun así te promiteste no contarselo hasta estar en tu lecho de muerte.
Tengo los ojos como platos.



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